La gente en Internet anda muy
revuelta por la evasión fiscal de ricos y famosos, pero todavía más preocupante es la evasión de la
realidad misma. Vivimos tragándonos, casi vivas, las numerosas distorsiones fabricadas
desde las ideologías de moda, que adormecen hasta la forma más sencilla de discernimiento
o sentido común. En ellas terminamos por ver un horizonte inexistente negándonos
esa sana urgencia de captar la amenaza frente a nosotros ¿Será el temor por
descubrir una fe traicionada por la demagogia de las clases políticas? ¡Todavía
a estas alturas de la historia de la humanidad! Pero si consideramos que a la
humanidad actualmente poco le importa la historia, ya podemos entender que se
repitan una y otra vez los mismos desafueros.
Y a esto agreguemos una sobredosis
de hipocresía colectiva por parte de los supuestos indignados, cuando es bien
sabido que a nadie le gusta pagar impuestos ya que son el principal factor para
encarecer el costo de la vida. Si tuviéramos los llamados paraísos fiscales a la
vuelta de la cuadra, seguro depositaríamos nuestras ganancias en ellos, en
especial si son exiguas y nos ha costado arduo trabajo y tiempo ganarlas. O quizá
nos da cólera y envidia saber que hay personas capaces de darse semejante lujo
a costa de nuestra ingenuidad.
Pocos quieren aceptar el hecho,
tan evidente, de que son los mismos políticos (o sus allegados) quienes nos someten
a regímenes fiscales severos para expoliar nuestra riqueza ¿Todo para qué? Para
malversarla a través del Estado y filtrar el erario, a su favor, hacia los países
que ellos mismos satanizan como receptores de dinero sucio.
El escándalo de Panamá Papers es abrumador, sí. Pero no
es un acto como para calificarlo de “terrorismo fiscal”. Ya van metiendo la
palabra “terrorismo” donde quieren para captar la atención de la personas y
crearles un miedo inapropiado con fines claramente manipuladores. Ahora
emplearán dicha palabra con la alevosa intención de calificar cualquier cosa
que nos les guste y condenarla de ante mano. Así lo han hecho con la
palabra “fobia”, ya sabrán con qué propósitos. Distorsionando los términos,
haciendo unas ajustadas extrapolaciones, van cambiado el lenguaje, su significado, y, con
ello, nuestra forma tanto de pensar como de percibir el mundo. Nos manejan a punta de psicología.
El problema no radica precisamente
en los paraísos fiscales, sino en el
infierno impositivo en el que se han transformado nuestros países a
causa del voraz accionar de los administradores del Estado. De ahí proviene toda
esta calamidad moral. No podemos, creo, seguir evadiendo ese enorme hecho
frente a nosotros.
Un saludo.
1 comentario:
Muy buen análisis de la realidad de nuestra "pobre" nación.
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