miércoles, marzo 23, 2016

La violencia

La violencia es inherente al ser humano; por tanto, a nadie le debería extrañar que acciones tales como la guerra sean, históricamente, una de nuestras vitales caracterizaciones, por muy detestable que nos pueda parecer; ni tampoco es justo, aunque comprensible en ciertos casos, desarrollar una misantropía que haga repudiable nuestra existencia en el universo por este rasgo, tan natural, e igualmente distintivo de casi toda forma de vida que conocemos.
La violencia va en nuestros genes, aporta la fuerza que requerimos para sobrevivir. Incluso, hasta las deidades en las cuales el hombre ha puesto su fe a lo largo de milenios, y de las cuales él mismo cree que deriva a imagen y semejanza, también han mostrado ser belicosas cuando es necesario.
Eso de que hemos sido creados para la paz, más que un idealismo romántico, resulta una tremenda falacia que solo se la tragan ciertos ilusos. Hasta el propio Jesucristo declaró que no vino precisamente a traer la paz en la tierra (Mt 10:34), o al menos la paz que nosotros exigimos.
Tampoco es correcto pensar que nuestra finalidad es ser hostiles y crueles. La misma vida impone la necesidad de un espacio y tiempo para la paz, que casi siempre es relativo, por ello es tan precioso y anhelado por los seres humanos; porque la paz no es absoluta.
Pero en occidente tenemos un colosal dilema ideológico para concebir la paz y atender la guerra. Las ideologías pudientes en la actualidad (socialismo y socialdemocracia), odian más a sus adversarios políticos que a los propios terroristas que pretenden combatir. La estupidez de las masas consiste en responder a las agresiones con un pacifismo pusilánime y descaradamente hipócrita, por las razones antes expuestas. Y de ese fraccionamiento cultural insufrible se aprovechan el enemigo para asestar la puñalada cuando menos se espera.
Occidente se muestra compungido con las victimas de París y Bruselas, pero poco o nada dice de las matanzas en África, o los católicos masacrados solo por practicar su fe allí donde estos grupos extremistas tienen sus bastiones, ya lo sabemos. Nos falta integridad y ser honestos para dar respuestas eficaces. Nuestras luchas intestinas, aunque no siempre son llevadas a cabo con armas, terminan por hacernos vulnerables ante un enemigo que conoce perfectamente las debilidades de nuestra cultura y sistema. 
Si bien esto no se ha resuelto a punta del tradicional bombardeo, tampoco la solución pasa por los típicos plantones para lucir caras demacradas, cantar la patética canción “Imagine” de John Lennon o hacer circular toda clase de memes anti-belicistas por las redes sociales. De nada sirve renegar sobre nuestra naturaleza violenta y hacernos los sorprendidos cuando vemos esta clase de atentados, eso no  soluciona en concreto ninguna guerra, más bien creo que las ha prolongado.

Saludos. 

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