Fue un domingo muy especial, a la expectativa morbosa de resultados
que no pocos daban por fraudulentos, debido, claro está, a la desconfianza que
el pueblo catracho le atribuye a su clase política. Para el hondureño común se
trata de elegir entre el mal conocido y el que está por venir; para los
políticos y sus allegados, toda una fiesta pues de ella viven y procuran su
enriquecimiento. Pero la democracia catracha tiene una serie de ambigüedades
que denotan, en el peor de los casos, una perniciosa inmadurez política. A esto
le añadimos que nuestro sistema electoral, como van corriendo los tiempos,
evoluciona en cada período electivo con lentitud, si consideramos las
expectativas que poseen votantes y aspirantes a cargos de elección por la
demanda de resultados. Aunque algunos medios periodísticos enaltezca el desempeño del Tribunal Supremo Electoral, se hace evidente que este poder del Estado presenta ciertos fallos
en el proceso que aprovechan los grandes perdedores de dichas contiendas para crear
desconfianza y aumentar la incertidumbre en la población.
Para evitar asuntos controvertidos como el caso del Partido Nacional,
creo conveniente que el TSE y el Congreso analicen la posibilidad de crear una
segunda vuelta electoral como ocurre en otras naciones. Así, quizá nos ahorremos
conflictos debido a resultados electorales con márgenes muy
estrechos o con poca concurrencia de electores. Aunque esta opción también
posee sus pro y contras.
Por ahora los hondureños, creo, debemos ser pacientes y esperar el
resultado oficial del TSE, único organismo con el derecho para determinar quiénes
son los auténticos ganadores de las contiendas electorales; por mucho que haya
gente que se autoproclame candidato o presidente electo.
Un saludo.
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