Es verdad que ahora intento
revivir un muerto (blog) para someterlo al calvario de mis pesadas
lamentaciones. La renuncia de Paul Romer al proyecto de las RED no fue otra
cosa que un mal augurio, sí, que ya se concretizó por el fallo de la Corte, pues tras esta
iniciativa cualquier catracho pudo intuir, como siempre, la mano peluda de la
corrupción. La enseñanza que esconde esta tragedia es sencilla: nuestro marco
jurídico es incompetente para establecer las bases de un crecimiento económico
que nos saque de la pobreza. La pregunta que se hacen algunos ¿por qué
aplicar estas reglas a una región en particular y no en todo el país? Creo que
se debe a tres desprestigiados actores.
El primero, una burguesía
consentida por el favoritismo del Estado, a la cual no le conviene un mercado
abierto y competitivo debido a que éste siempre niega sus mejores frutos a los
practicantes de la mediocridad; segundo, a una progre-sía retrógrada y
bandolera que por lo general vive amamantada de las tetas de chancho que posee el
mismo Estado, y le importa un bledo los más de un millón de personas en paro que
tiene este país. Los primeros secuestran el mercado con su compadrazgo
corporativista, los segundos, gracias a su religión rebautizada como socialismo
del siglo XXI, optan por la eliminación
sistemática del mismo; interponiendo cuanto recurso de inconstitucionalidad
chovinista para coartar la expansión del libre mercado y todo lo que ello
implica. Luego, esta misma economía, casi inexistente en nuestro país, sirve
por igual a los dos grupos fácticos como cabeza de turco. Nos queda pues, un
tercer actor, natural, en medio de la vorágine. Me refiero a nuestro campechano
presidente que, al principio de su gestión, tomó una actitud populista para simpatizar
con todos, pero al final resulta no quedar bien con nadie; por tal razón ahora
se las quiere cargar con medio mundo.
Y así nos llevan al resto de
ciudadanos comunes sometidos al desempleo. Lo peor del caso, como es resabido,
es la mala imagen que proyectamos al mundo por nuestra falta de credibilidad.
No estamos abiertos a los grandes negocios, de una forma limpia y clara, sino a
los grandes cagadales, casi siempre invisibles, que sólo pueden ser percibidos
por su fetidez sin que alguien pueda descifrar el paradero de semejantes
porquerías. De llevar las cosas por el mismo rumbo, aunque publicitemos el país
con mujeres en tangas, nunca seremos capaces de atraer ni siquiera a la más libidinosa
de las inversiones y, claro, a las que en verdad generan masivas fuentes de trabajo.
Saludos.
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