El oficio de escritor, según lo
observo, es como un camino que se bifurca para llegar a destinos muy
diferentes. El primero es un empinado trayecto que finaliza en la cima de una
montaña, desde ahí cualquiera te puede apreciar; pero el segundo es una pendiente que lleva al abismo,
y solo algunos sujetos que no padezcan de vértigo serán lo suficientemente valerosos
como para divisar al aventurero.
Para los escritores que se
dirigen a escudriñar el abismo, encuentran su caminata ardua y casi siempre
infructuosa, llena de frustraciones, pues no encuentran la suficiente atención que andan buscando. En cambio, los que
llegan a la montaña, que también requieren pericia y laboriosidad, puede gozar
de sus logros. No obstante, en saber llegar a la cima estás la clave de su
fortuna, y no necesariamente en lo que exponen.
Aquí veo dos ejemplos de estas
caminatas en un itinerario que se repite una y otra vez:
Jamón y Romanticismo. Artículo de
Marcelo Luján.
Biografía de Juan Gómez-Jurado.
No muy lejos del camino que se divide
hay un sendero escondido que pocos escritores son capaces de recorrer; el
paradero es una hermosa llanura donde cualquiera puede ser reconocido con mayor
claridad, desde el espectador más miope hasta el irreversible timorato. Al
parecer no se trata de un sendero cualquiera que se descubre por accidente,
sino que es el mismo sendero quién elige a la persona que lo va a transitar.
Saludos.
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