Para gustos tenemos la música, es decir, que no a todos nos gusta la misma marimba, pero, ante todo, no todos tenemos la obligación de escuchar o soportar algún género en especial. Generalmente los latinoamericanos disfrutamos de nuestra música tropical, bailable, con ritmos pegajosos y picantes de todo tipo, eso a parte de la llamada música pop. No obstante, habemos sujetos que tenemos gustos un tanto peculiares –no por ello decimos que son superiores-, dicho en otras palabras, nos salimos de la norma ya que nuestros intereses tienen mayor afinidad con armonías venidas del extranjero.
Lo difícil es tener que lidiar con las mayorías que, con su nacionalista forma de valorar las cosas, lo increpan a uno por no disfrutar lo que la propia tierra o región –produce-canta. Entiendo las naciones como concepciones temporales que se crean según ciertas afinidades políticas, raciales y culturales, grupos de individuos que se han tomado la libertad de delimitar un territorio como propio. Digo temporales pues los países que se conforman hoy, mas tarde podrían desaparecer y/o fundirse con otros. El caso lo podemos ver en Europa, donde el nacionalismo separa a la gente creando así nuevas naciones independientes y autónomas.
Con el paso del tiempo, veo que ese sentido nacionalista no está demasiado arraigado en mi persona, todo lo contrario, me atrae la idea de ser ciudadano del mundo y no de un pedazo de tierra o cultura en particular pues, a pesar de las múltiples diferencias entre personas, todos somos seres humanos al fin y al cabo. Por lo pronto, no queda otra que vivir de la realidad.
Desde adolescente me tocó navegar contra la corriente, apoyándome sobre el género contracultural más popular del la tierra, el Rock. En efecto, la irreverencia del Rock me venía bien, puesto que dicha expresión musical encajaba a la perfección con mi espíritu rebelde –e ingenuo- frente al autoritarismo paterno, al despotismo caprichoso institucional, al puritanismo mojigato e hipócrita de algunas religiones y, también, contra la superficialidad y el materialismo pueril de mi propia generación. ¿Sólo contra el mundo? No. Tenía a mis compinches para luchar. Así sobreviví.
Pero el Rock no se quedó conmigo para siempre, iba creciendo y con ello cambiaban mis gustos musicales, pero seguía fuera de línea. Llegaron-para quedarse- los clásicos como Beethoven, Mozart, Rachmaninov y similares. De la música electrónica, Vangelis, Enigma, Era, y otros tales como Andreas Vollenweider, Björk. Recientemente me ha atraído la música de Royksopp, al final de este post les dejo un pequeño ejemplo. Como ven, ninguno de los antes mencionados ha nacido en Honduras u otro país de Latinoamérica, creo. Pero yo ¿Qué culpa tengo de eso? A escuchar música del mundo, ciudadano del mundo.
Saludos
Lo difícil es tener que lidiar con las mayorías que, con su nacionalista forma de valorar las cosas, lo increpan a uno por no disfrutar lo que la propia tierra o región –produce-canta. Entiendo las naciones como concepciones temporales que se crean según ciertas afinidades políticas, raciales y culturales, grupos de individuos que se han tomado la libertad de delimitar un territorio como propio. Digo temporales pues los países que se conforman hoy, mas tarde podrían desaparecer y/o fundirse con otros. El caso lo podemos ver en Europa, donde el nacionalismo separa a la gente creando así nuevas naciones independientes y autónomas.
Con el paso del tiempo, veo que ese sentido nacionalista no está demasiado arraigado en mi persona, todo lo contrario, me atrae la idea de ser ciudadano del mundo y no de un pedazo de tierra o cultura en particular pues, a pesar de las múltiples diferencias entre personas, todos somos seres humanos al fin y al cabo. Por lo pronto, no queda otra que vivir de la realidad.
Desde adolescente me tocó navegar contra la corriente, apoyándome sobre el género contracultural más popular del la tierra, el Rock. En efecto, la irreverencia del Rock me venía bien, puesto que dicha expresión musical encajaba a la perfección con mi espíritu rebelde –e ingenuo- frente al autoritarismo paterno, al despotismo caprichoso institucional, al puritanismo mojigato e hipócrita de algunas religiones y, también, contra la superficialidad y el materialismo pueril de mi propia generación. ¿Sólo contra el mundo? No. Tenía a mis compinches para luchar. Así sobreviví.
Pero el Rock no se quedó conmigo para siempre, iba creciendo y con ello cambiaban mis gustos musicales, pero seguía fuera de línea. Llegaron-para quedarse- los clásicos como Beethoven, Mozart, Rachmaninov y similares. De la música electrónica, Vangelis, Enigma, Era, y otros tales como Andreas Vollenweider, Björk. Recientemente me ha atraído la música de Royksopp, al final de este post les dejo un pequeño ejemplo. Como ven, ninguno de los antes mencionados ha nacido en Honduras u otro país de Latinoamérica, creo. Pero yo ¿Qué culpa tengo de eso? A escuchar música del mundo, ciudadano del mundo.
Saludos
4 comentarios:
Usted sí que sabe escuchar, una gran cualidad en psicólogos y melómanos ;)
Ah, se pupone pues. Es grato saber que aún rondas por estos espacios. Estamos pendientes de vos.
Saludos.
Mi Estimado Amigo:
"Para gustos están los colores", de lo contrario sería todo muy aburrido. Que bien por tí!
Actualmente toda la chavizada gusta mucho de eso que llaman la "nueva revelación musical", mejormente conocido en el bajo mundo como "Reggaeton"...con estos ritmos, mas bien pareciera que estamos en pleno Puerto Rico...ya ahora hasta queremos andar hablando como boricuas. Ya el caliche hondureño lo estamos perdiendo! Habrase visto!
Saludos y mis mejores deseos siempre!
Irina Orellana
Irina:
habrá que salvar el caliche de la extinción, pero eso le toca a las nuevas generaciones.
Saludos
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