martes, febrero 03, 2015

María Suyapa.




Dios quiso tener una madre para corroborar al creyente esa parentela entre lo divino y lo humano, porque no quería presentarse como un dios bastardo, hijo de la nada. Esta coalición restauradora no se hace carne a través de la virilidad de los hombres, sino en el terreno puro y fértil de una pequeña mujer, la nueva Arca de la Alianza, que otros no reconocen debido a su irrefrenable obsesión con el absoluto.


Cuando alguien me dice que prefiere tener una relación directa con Dios que por medio de un intercesor, me parece que estoy escuchando una muestra de prepotencia e ignorancia cristiana, ardid teológico donde unos creen tener superioridad moral y espiritual frente a otros de credo parecido. Se olvidan (o no quieren reconocer) que Dios siempre ha utilizado intercesores para comunicarse con los seres humanos: como los ángeles, los profetas, el propio Jesucristo, incluso una paloma; hasta sus discípulos fueron asignados como sus representantes en la tierra. Hoy  sólo se puede reconocer a Dios a través de las versiones que ellos dejaron del evangelio. 

Es verdad que no soy devoto de todas las tradiciones que, en nuestro país, a veces  se practican sin entendimiento, como el buey que tira del arado. Tras ellas descubro a personas que intentan esconder sus porquerías bajo la sombra de las buenas costumbres católicas, para después burlarse del pecador culposo y “dominguero”; o los que rebajan la liturgia al peripatético show mediático de moda, porque hay que hacer cualquier cosa e inventar toda clase de patrañas con la intención de sustentar la fe, como si tener el mero compromiso nos hace inmunes al vicio de la irracionalidad fanática. Con esto último no me refiero a otras religiones basadas en el protestantismo, sino a las ovejas trasgresoras del propio rebaño, que no se encuentran descarriadas, sino acorraladas en el  redil, presas de su propio ego como imagen viva de un dios en el que me rehusó a creer. 

Un saludo.  

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