Antes y después que Benedicto XVI
asumiera su Papado, desde diferentes esferas de poder, adscritas a la
ideología, y que también controlan medios de comunicación masivos, le dieron de
palos al pobre viejito. El hombre tuvo que cargar con la cruz de sus propios
pecados, los de la Curia y el resto de colegas; especialmente los degenerados. Era
obvio que no le querían para nada, e intentaron cuanto pudieron por
desprestigiar su persona y acciones a como diera lugar, pues le temían. Representaba una enorme barrera que
salvaguarda la doctrina católica, la cual ellos pretenden adulterar a favor de
su “revolución”, cuyo objetivo es seguir modelando al ser humano e instrumentalizarlo
al servicio de un grupo élite. Benedicto XVI atacó su proyecto relativista,
desnudándolo, marcando diferencia entre catolicismo e ideología. Y claro, como
Benedicto XVI no es un hombre de aspecto carismático, es bajito e intelectual,
los mismos creyentes no le defendieron, ni valoraron como se debía. En el
mundo público, la apariencia lo es todo. La superficialidad manda, y la
trivialización que genera, obstruye el razonamiento profundo y consensuado a
la luz de la fe. El humilde legado de este Papa.
Si comparamos eso con el primer
año de pontificado de Francisco, diría que, hasta ahora, le ha tocado una cruz
bien liviana al argentino. Estos espectros han sido diferentes con él; menos
agresivos, hasta el punto de fingir complacencia por su elección como líder
católico. Desde entonces se han dedicado a montarle un show mediático alrededor
de su persona (gestos y actitudes), donde quiera que éste vaya. Han
promocionado la humildad de Francisco, como
si se tratase de vender hamburguesas, al punto de echarla por tierra. Lo peor,
es que el actual Papa se ha prestado ingenuamente a ello. Le han tratado de
adular coronándolo en portadas de revistar populares, como quien aprueba una
gestión pública, restándole mérito a Benedicto XVI. Haciéndo pasar al actual Pontífice por uno de los suyos, es decir, por un progre-sista. Le han
convertido en el nuevo Súperman de moda.
Por tanto, sus efectos manipuladores hacen mella en la feligresía ingenua.
Ahora salen católicos en las
redes sociales por borbotones, posteando mensajitos cursis con la imagen del
Francisco, ensalzando su “humildad”, burlándose de los “católicos tibios” (los verdaderos creyentes, los que se dan en
el pecho), alardeando su fe con bombos y platillos, alejándose del diálogo con
los no creyentes, evangelizando al que ya ha recibido la buena nueva. En pocas
palabras, Francisco, para la cultura Ligth, es “cool”. Sólo falta que lo saquen
en la portada de Playboy. Le han puesto un numerito en el circo que tienen,
patético, donde la imagen de Francisco pretende sobrepasar las enseñanzas de
Jesús.
Y hablando de enseñanzas, ahora
todo cristiano católico “militante” se llena la boca con el famoso bien común. Como si ese fuera el fin de
nuestra religión. Jesucristo nunca anduvo multiplicando oro o plata para repartirlo entre los pobres; su
instancia no trajo consiguió el bienestar económico a toda la gente a quien le dio su auténtica gracia,
ni obligó a nadie a seguir sus preceptos. Lo primero era buscar las cosas del
cielo, el resto vendría por añadidura. Si entendemos la caridad (amor) como
mera acción de dar ofrendas monetarias a los pobres, lo que en realidad estamos
haciendo es intentar pagar nuestra salvación con dinero, y si a ello le damos
como objetivo final el bien común (el
bien material), eso ya no es cristianismo, sino ideología. Convertimos a la
iglesia, entonces, en una ONG a favor de un objetivo puramente material.
El problema viene porque
Bergoglio no quiere dejar de ser Bergoglio, aunque se cambió de nombre. Chico, es hora que asumas esa cruz pesada de tu antecesor.
Muchos sacerdotes han dejado de
ser el pastor que abandona a las 99 ovejas para ir en busca de la extraviada,
montarla sobre sus hombros y llevarla de nuevo al rebaño. Ahora, quieren manejarlo
todo a control remoto, ofuscados bajo la sombra de un árbol resolviendo asuntos
administrativos (mundanos). Mandan a otras ovejitas a realizar su trabajo
apostólico. El desenlace: El lobo se da un festín de padre y señor mío. Esto
se debe a que no quieren delegar (confiar) trabajo a los laicos, a quienes
tiran esa papa caliente llamada pecado. Pero de todo eso tendrán que dar
cuenta al Señor. Veo en el canal católico de mi país, al obispo auxiliar capitalino
decir que uno debe leer la biblia con un crucifijo en la mano (lo muestra)
¿Desde cuándo-me preguntaba- tal objeto es indispensable para una comunicación
con Dios? La respuesta me vino en el siguiente anuncio comercial: Compre su crucifijo en la… ¡Da vergüenza,
da vergüenza!
Se alaba en demasía la figura del
Papa Francisco sin reparar en sus traspiés, maximizando una imagen de líder
supremo, carísmático, humilde. Caso opuesto, El propio Jesucristo dijo a sus apóstoles, cuando se
peleaban entre ellos por el poder, que el más grande en el Reino de los Cielos,
tenía que ser como un niño, porque aún no entendían sus enseñanzas.
Nosotros tampoco. Es más, como
laicos, le hemos fallado al Papa Francisco. Yo le he fallado, pues no rezo por
él como nos lo pidió. Ahora vemos los resultados. Compartimos debilidades, como
humanos que somos, como iglesia. Debemos de recapacitar y no dejarnos llevar
por la cultura Ligth y la ideología que desea superponerse y dominar el arte, la ciencia, la moral y religión ; cuyo fin sólo es inmanente (terrenal) y
alienador, dejando un profundo vacío espiritual que pretendemos rellenar con
pueriles emociones y una vulgar militancia carnavalesca, basada en la mera imagen de
Jesucristo o el Papa.
Un saludo.
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