Cuando los ciudadanos de una
nación entregan su libertad (individual) por un mendrugo de pan “gratuito” ofertado
por el demagogo de turno, es lógico, como se suele decir, que pierdan ambas
cosas; libertad y pan. Venezuela experimenta, con crudeza, ese pésimo canje que
hoy esta facturando todas las calamidades actuales y venideras.
Es más fácil y económico que el
mismo pueblo elija su dictador, por la ingenua vía democrática, que éste se imponga, junto con su grupo de
guerrilleros, mediante la violencia que gesta una revolución. Tal método, al
estilo de la Sierra Maestra, reconozcámoslo, es predecible y bien puede ser
atajado, aunque no por ello se tenga que enviar al tiradero de la
obsolescencia.
Si bien el modelo chavista ha
sobrevivido gracias al respaldo petrolero, no puede seguir adelante por la
corrupción y, ante todo, debido a la incompetencia de un caudillo torpe (Maduro).
Es más, cualquier sistema político-económico que cargue con ambos lastres, está
condenado al mismo destino fatídico que le tocó al Titanic: hundirse por bien
fabricado que esté.
La redención de un país parece haber
dado comienzo, aunque con pie izquierdo; pero en cualquier momento tenía que reventar
esa inmensa burbuja ilusoria llamada socialismo. Sin embargo, tal salvación no
es gratuita. El precio, ya se sabe, es la sangre; la vida de muchas personas
puesta en altar de los sacrificios; entre otras cosas. Si muchos piensan que
tal liberación se puede conseguir, de
forma exclusiva, por la vía pacífica del diálogo, me parece que, o están
engañándonos, o viven en el lado oscuro de la luna.
La determinación de Venezuela,
tras preservar mediante la imposición mayoritaria a Chávez y sus políticas
durante muchos años, develan los errores que se suelen cometer en una democracia desesperada, basada
más en la pasión, el resentimiento y necesidad inmediata que en un juicio
razonado. Es la historia de Latinoamérica. Y por qué no decirlo, de muchos
países desarrollados, hoy venidos a menos.
Algunas personas sostienen que
Honduras se salvo de un destino similar. Pero no creo que sea verdad. Muchos de
los que hoy se dedican a defender la libertad de los venezolanos, ayer fueron
los que postularon al poder al esbirro de Chávez en nuestro país, Mel Zelaya
(otro incompetente al estilo Maduro), precursor de la peor crisis política que nos ha tocado
experimentar. Es aquí cuando la moral y la política vernácula no suelen ser
compatibles (si es que alguna vez lo han logrado), mucho menos la religión, en
cuanto a la resolución del dilema.
De elegir el mal menos pernicioso
(derrocar al Zelaya), pasamos a sostener
legalmente esa facción reaccionaria, patrocinada por los petrodólares
venezolanos, y dirigida magistralmente por las mentes retorcidas que hoy dominan Cuba, como segunda fuerza política en
el territorio catracho. No. no nos hemos salvado del fragor despótico y mezquino.
Al contrario, todavía sufrimos esas heridas que han desfigurado el rostro de la
nación.
Del desenlace que ocurra en Venezuela podría
depender nuestro futuro político y económico.
Una razón más para apoyar al
pueblo Venezolano en su lucha liberadora, oprimido por los tentáculos del
despotismo y la idolatría al Estado. Pero ojo, la liberación es el primer paso
a un futuro elegible, no es el fin de la lucha. O nos quedaremos muy cortos, y
tal vez peor; como le ocurrió a Egipto.
Un saludo.
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