miércoles, marzo 05, 2014

El triste caso de Venezuela



Cuando los ciudadanos de una nación entregan su libertad (individual) por un mendrugo de pan “gratuito” ofertado por el demagogo de turno, es lógico, como se suele decir, que pierdan ambas cosas; libertad y pan. Venezuela experimenta, con crudeza, ese pésimo canje que hoy esta facturando todas las calamidades actuales y venideras.

Es más fácil y económico que el mismo pueblo elija su dictador, por la ingenua vía democrática,  que éste se imponga, junto con su grupo de guerrilleros, mediante la violencia que gesta una revolución. Tal método, al estilo de la Sierra Maestra, reconozcámoslo, es predecible y bien puede ser atajado, aunque no por ello se tenga que enviar al tiradero de la obsolescencia.  

Si bien el modelo chavista ha sobrevivido gracias al respaldo petrolero, no puede seguir adelante por la corrupción y, ante todo, debido a la incompetencia de un caudillo torpe (Maduro). Es más, cualquier sistema político-económico que cargue con ambos lastres, está condenado al mismo destino fatídico que le tocó al Titanic: hundirse por bien fabricado que esté.

La redención de un país parece haber dado comienzo, aunque con pie izquierdo; pero en cualquier momento tenía que reventar esa inmensa burbuja ilusoria llamada socialismo. Sin embargo, tal salvación no es gratuita. El precio, ya se sabe, es la sangre; la vida de muchas personas puesta en altar de los sacrificios; entre otras cosas. Si muchos piensan que tal liberación  se puede conseguir, de forma exclusiva, por la vía pacífica del diálogo, me parece que, o están engañándonos, o viven en el lado oscuro de la luna.

La determinación de Venezuela, tras preservar mediante la imposición mayoritaria a Chávez y sus políticas durante muchos años, develan los errores que se suelen  cometer en una democracia desesperada, basada más en la pasión, el resentimiento y necesidad inmediata que en un juicio razonado. Es la historia de Latinoamérica. Y por qué no decirlo, de muchos países desarrollados, hoy venidos a menos. 

Algunas personas sostienen que Honduras se salvo de un destino similar. Pero no creo que sea verdad. Muchos de los que hoy se dedican a defender la libertad de los venezolanos, ayer fueron los que postularon al poder al esbirro de Chávez en nuestro país, Mel Zelaya (otro incompetente al estilo Maduro), precursor de la  peor crisis política que nos ha tocado experimentar. Es aquí cuando la moral y la política vernácula no suelen ser compatibles (si es que alguna vez lo han logrado), mucho menos la religión, en cuanto a la resolución del dilema. 

De elegir el mal menos pernicioso (derrocar al Zelaya),  pasamos a sostener legalmente esa facción reaccionaria, patrocinada por los petrodólares venezolanos, y dirigida magistralmente por las mentes retorcidas que hoy  dominan Cuba, como segunda fuerza política en el territorio catracho. No. no nos hemos salvado del fragor despótico y mezquino. Al contrario, todavía sufrimos esas heridas que han desfigurado el rostro de la nación. 

 Del desenlace que ocurra en Venezuela podría depender nuestro futuro político y económico.

Una razón más para apoyar al pueblo Venezolano en su lucha liberadora, oprimido por los tentáculos del despotismo y la idolatría al Estado. Pero ojo, la liberación es el primer paso a un futuro elegible, no es el fin de la lucha. O nos quedaremos muy cortos, y tal vez peor; como le ocurrió a Egipto.  

Un saludo.  

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