jueves, agosto 01, 2013

La instrumentación humana, un proyecto de la clase política.



Política = Corrupción

Ese es el prejuicio cognitivo vigente en el ciudadano común. Un constructo mental erróneo ya que la política es inherente al ser humano y, por sí sola, no es mala, sino una condición natural. Quienes se han encargado de desvirtuar su esencia, por su inmoralidad en el accionar político vernáculo, es precisamente la clase política (partidos), a quienes delegamos por medio del voto “la cosa pública”. Esto produce que la ciudadanía, que tiende a  buscar el bien, prefiera desligarse del mundo político relativo a los asuntos del Estado, pues considera que es un acto impúdico y se corre el riesgo de formar parte de la piara. De ahí que se produzca una baja participación ciudadana en el plano democrático  producto de la frustración y el hartazgo. Por otro lado,  los que sacan cierto provecho de la actividad política reinciden, sin escarmentar, en vivir bajo el amparo de Papá Estado. La peor política que se puede elegir en estos tiempos. El llamado Estado de Bienestar no es más que el desbalance entre deberes y derechos ciudadanos. Muchos no quiere asumir responsabilidades, sólo exige derechos, y los derechos poseen un costo que no se quiere afrontar, sino delegarlo a unos pocos.  

¿Qué es un político?
Usted habrá escuchado en la boca de los políticos de profesión que su objetivo es el bienestar de la sociedad, mediante el servicio activo y el compromiso ético se busca aquello que es bueno para todos; en otras palabras, el famoso bien común. Claro que casi todos sabemos que esta estereotipada introducción es pura demagogia. La realidad es diferente y para ello hay que analizar un poco la psicología del político. El político no busca, en primera instancia, el bienestar social, sino EL PODER. Tiene una ambición por el poder en mayor grado que otras personas. Y para ello desarrolla características tales como el liderazgo, la valentía, aplicación de conocimientos y experiencia, una aguda inteligencia así como afilada sagacidad, el famoso carisma (ser reflejo de la mayoría), una destacada aptitud verbal, recursos materiales y una doctrina ideológica por la cual guiarse. Todo ello con el objetivo de ser influyente y así ejercer el poder mediante el control de la estructura (Estado). Esto sólo para mencionar algunas características básicas. Aquí tenemos pues, una vocación. Y toda vocación (revestida por su canon ético) se pone al servicio de los demás. Ahora bien, esto no siempre ocurre en el mundo político. Es realmente escaso.   
El problema de ejercer el poder, y de acumular fuerzas en dicha dirección, es que los individuos son más propensos a corromperse. Peor aún, a institucionalizar esa corrupción desviando el interés común (una cosa difícil de conceptualizar) hacia la manipulación de las personas con objetivos tácitos y metodologías castradas de toda moral y principios. El objetivo (ejercer el poder y disfrutar de sus beneficios) prima por sobre el ser humano en sí, que viene siendo un factor secundario en la psique del político depravado.

La instrumentalización del hombre.
 Para la clase política, en especial su dirigencia, el ser humano ya no es un fin, sino un instrumento para llevar a cabo sus ideales; de tenerlos, claro. Cada militante político es reclutado, adoctrinado y manipulado con ese propósito; el premio: gozar de las bondades de laborar en el aparato estatal con todas las prerrogativas y licencias que puedan ser posibles, sean en la administración, la legislación o el accionar jurídico. Como grupo su objetivo es inculcar la ideología en la masa; ahora, su instrumento conceptual para llegar a la Estructura por medios civilizados: un sistema democrático amañado. Hoy en día el autoritarismo cayó en el desprestigio absoluto. Aunque de forma asolapada, se practique incluso por aquellos que promueven la libertad, un concepto abstracto con el cual se juega mucho, ya sea semántica como pragmáticamente.

Para el político “la acción política” es clave si quiere llegar al objetivo: la Estructura que da el poder. Y esa acción radica en integrarse a sus falanges a todo ciudadano con la consigna de poner en marcha los planes establecidos. Así que no les basta con la retórica y la opinión razonada en base a la realidad. Y hablando de realidad, el político engaña al pueblo cuando lo atrapa en la telaraña de su reduccionismo ideológico, haciéndole creer que esa es la realidad, cuando en verdad se trata de una forma de valorarla

Para ellos, los políticos, las personas no hacen “nada”, si no están integradas a su accionar político. Es decir, si no se instrumentalizan. Pero ¿Qué es la nada? Antes de responder esta pregunta habría que pensar si “existe” la nada, y si alguien es capaz de “hacer” nada. Los políticos y sus militantes se encuentran tan ensimismados en la ideología o, a lo sumo,  en sus objetivos partidarios (sed de poder y riqueza), que no reconocen otras acciones que no sean las de su Partido. Por tanto, si alguien no si apega al objetivo, aunque diga o denuncie la verdad, será atacado con improperios, descalificado intelectualmente o se le aplicará la censura de la indiferencia ¿Por qué? Porque esta persona piensa con su propia cabeza y no se deja instrumentalizar.   

La Idolatría al Estado.
Todos los grupos políticos en Honduras promueven una especie de idolatría al Estado. La constante dependencia del mismo es clave, ya que de ella pende todo el poder que pueda acumular los partidos políticos; intercambiado por nimios beneficios fácilmente logran parasitar los recursos públicos, al punto de corromper las instituciones de servicio, haciéndolas ineficientes e ingobernables. Ese culto tiene un pie de apoyo, el temor de una sociedad a ser libre, porque la libertad implica, de plano, ser responsable por su propia vida sin atenerse a instituciones proteccionistas. Ya el filósofo alemán Nietzsche nos había advertido de esta amenaza latente que hoy, por desgracia, es una realidad. El uso irresponsable del poder, ha convertido la corrupción en una característica cultural del hondureño.

El corporativismo privado.
El sector privado no se salva de la corrupción, ya que posee ligamentos con la clase política. Me refiero a sectores empresariales asociados que, a la larga, se convierten en cárteles secuestrando el mercado en detrimento del consumidor. Por otro lado, los sindicatos operan como una sucursal política de grupos de izquierda (socialistas), igual algunas ONGs y los dizque representantes de la sociedad civil, cuyas directivas muchas veces están conformadas por miembros de los mismos partidos políticos. Nos olvidemos a los colegios profesionales, y su perniciosa codicia por monopolizar una actividad y buscar la coyuntura legal para obtener ventaja económica por encima de oficios no organizados (desigualdad). 

Religión e Ideología (Agua y aceite)
Esta relación siempre ha sido confortativa. Especialmente si hablamos del Catolicismo frente al liberalismo o el socialismo. El liberalismo, le quitó al clero el monopolio de la creencia, destruyó la base del sistema feudal (monarquía) y separó Estado de Religión, lo que dio apertura a la democracia moderna y la formación de sociedades con mayor heterogeneidad. El socialismo fue todavía más allá, considerando a la religión como “opio del pueblo” e intentó sustituir a Dios por un sistema basado en el materialismo, con la intención de borrar en la mente del pueblo toda creencia basada en la fe. Religión e ideología tiene fines opuestos. Es por ello que a un creyente le resulta difícil compaginar su doctrina religiosa con el accionar político, por tanto, tendrá que elegir entre una o la otra. Pero los políticos intentan resolver este dilema moral mediante la instrumentalización de la religión, haciendo pasar los valores ideológicos como si fuesen  religiosos (especialmente los socialistas), al punto de llegar a sacralizarlos (intromisión). Por eso no me extraña la actitud contestaría que tiene el actual Papa, Francisco, ya sea con el liberalismo de mercado y el marxismo, porque ambos desvían la atención del creyente de la salvación espiritual. No es que sean del todo malos, es que poseen fines opuestos. Y me temo que el llamado bien común, no puede concretizarse por medio del Estado. Esa es una ingenuidad por parte del creyente con aspiración política. 

¿Qué hacer ante este sistema de instrumentalización humana?

Me atrevería a dar dos salidas prácticas:
1.-Ser consciente de la misma instrumentalización (Influencia manipuladora).
2.- Ser cada día menos dependientes del Estado. (Tomar la iniciativa al desarrollo).
3.- El Estado contribuye más con el desarrollo de la sociedad, no molestando que haciendo algo benéfico.

Los políticos se llenan la boca diciendo que abandonemos nuestros intereses personales, para volcarnos al bien de todos. Cosa que ellos, precisamente, no practican, y nos quieren hacer caer en esa trampa. Olvidarnos de nuestros intereses personales (privados) es el primer paso para deshumanizar y luego instrumentalizar al hombre y la mujer. Por tanto, si se participa en la vida política, no debemos llegar a tal extremo. El ser humano tiene el derecho a buscar su felicidad sin que por ello tenga que vender su libertad y quedar a merced de un Estado idolatrado en manos de déspotas inmorales. 

Saludos.

3 comentarios:

Ardegas dijo...

La política es sucia. Las personas con escrúpulos morales no pueden participar en política, por que están en desventaja contra los que no tiene escrúpulos. Las reglas del juego político no benefician a la virtud moral. Por eso un cristiano sincero no puede participar en política. La politización de la religión es una evidencia de su corrupción.

Sin embargo, para evitar un radicalismo estéril, hay que aceptar la posibilidad de que uno puede ser guiado por principios éticos, aunque en el corto plazo haya que comprometerlos para tener influencia en el mundo real. Este compromiso entre idealismo y pragmatismo tiende a fracasar a menudo, pero es algo que no puede ser abandonado, ya que no hay otra opción.

Más que un dilema entre liberalismo económico y estatismo, yo creo que lo que Honduras necesita son servidores públicos más eficientes, cada uno preparado en el área que compete. En Europa existen países 'estatistas' que tienen un nivel de vida más elevado que el de Honduras. Pero cuando veo que los principales contendientes a la presidencia son un ama de casa, un político corrupto y un narrador deportivo, no vislumbro un futuro esperanzador para el país.

David Morán dijo...

Ardegas.

Tampoco logro conciliar la política con la moral, mucho menos con el cristianismo. No entiendo al Papa cuando dice que, a pesar que la política es sucia, hay que mentarse en ella. Por otro lado, la eficiencia que mencionas es, tanto un aspecto individual como cultural. Desgraciadamente en Honduras no hemos aprendido a desarrollar el segundo, esto al margen de la ideología a la cual nos atenemos. Si, es verdad que unos países europeos tienen un nivel de vida elevado, sin necesidad de ser tan ricos como, por ejemplo, USA, Japón o Alemania. Pero poseen una cultura homogénea que les permite avanzar sin tantas dilaciones; otros, como Suecia, creo, poseen petróleo y saben explotarlo. Otros, como Luxemburgo, Suiza, el principado de Mónaco, son en realidad paraísos fiscales. Hay de todo un poco en Europa y la manera cómo se hace ricas las naciones es diversa. Aunque el desarrollo no sólo es cuestión de billete.

Igualmente me pasa con la oferta política existente en Honduras. El panorama es desalentador, sin duda. Pero como bien dices, no hay que perder esa directriz para que lo ideal logre ser viable y funcional algún día, o en algunos aspectos. Que se puede, se puede. Honduras no será para siempre un país empobrecido. La cosa tardará su tiempo en cambiar, como todo lo bueno.

Gracias por leer mis entradas y comentar.

Ardegas dijo...

"No entiendo al Papa cuando dice que, a pesar que la política es sucia, hay que mentarse en ella".

Habría que recordar que Bergoglio es jesuita, y los jesuitas han sido famosos por el uso de la casuística. Tal vez él tenga en mente algo así, pero sería difícil reconocerlo en público.

Hay muchas teorías sobre la riqueza de los países. No me parece provechoso, sin embargo, concentrarnos en lo que no podemos cambiar. Qué duda cabe que la manera en que se administre un gobierno es de lo más importante que se debe atender, y un gobierno no podrá hacer las cosas bien cuando está en manos de incapaces.