Delincuencia siempre ha existido,
pero cuando las casas se remodelan con una arquitectura amurallada, como fortín
defensivo de alguna ciudad medieval, eso indica que el robo y crimen diseñan
nuestros estilos de vida. Ahora este mal,
que se recrudece con el tiempo, quitándonos vienes y vidas, no deja otra opción que elegir entre la libertad de circulación o la seguridad, cosa que
los propios ciudadanos podemos hacer a expensas de un Estado corrupto e
incompetente. No es extraño ver en Tegucigalpa muchos barrios y colonias cuyos
habitantes tienen la penosa urgencia de enclaustrarse en sus propias cuadras (o bloques); reuniéndose, organizándose,
haciendo ciertos sacrificios y dispensas, cooperando (hasta superar discordias
internas, y externas con la alcaldía) económicamente para instalar enormes
portones y contratar servicios de seguridad privada. Hace poco le tocó el turno
a mi bloque porque ya no se soporta tanto asalto y, algunos
comerciantes, son víctimas de mal parido “impuesto de guerra” o extorsión de
mafias.
Es triste ver que, los ciudadanos
honestos, sean condenados a vivir tras las rejas, mientras, sicarios,
asechadores, ladrones y demás escoria pululan por doquier en plena libertad. Y
cuando tenemos un sistema de seguridad estatal, en parte, cómplice y autor del
latrocinio, no queda otra que ser convictos de nuestra propia inocencia.
Saludos.
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