jueves, septiembre 02, 2010

El círculo vicioso de la tragedia

Muchos pensarán que el sólo hecho de tener experiencia es suficiente para alcanzar cierta cuota de sabiduría. En Honduras “aprendemos” de la desgracia, propia o ajena, al grado que repetimos los patrones conductuales que producen la misma desgracia, cuando debería ocurrir lo opuesto; pareciera que tan sólo se refuerzan la malas costumbres que nos hacen sufrir. Este es el círculo vicioso de la tragedia, un rasgo de identidad cultural.

Resulta paradójico ver cómo algunas autoridades públicas hablan de labores de “prevención”, cuando este término, a nivel operativo, se refiere a planes a priori cuyo fin es evitar que ocurran epidemias u otros siniestros naturales que afecten a las personas. Es obvio que todo plan de prevención ha fracasado, si es que alguna vez lo hubo. Lo que en verdad acontece es una segunda etapa, tratar el problema, que tampoco ha sido muy competente que digamos.

Considero que las verdaderas acciones preventivas tienen como grupo meta concientizar a la gente que ya está concientizada y que, por lógica, actúa en consecuencia. Pero otro sector de la población muestra una actitud reacia y negligente hacia los esfuerzos de asistencia social y leyes, siempre respaldada por el pretexto de la pobreza. Por otro lado tenemos la política gubernamental, cualesquiera que sea el partido en el poder, es siempre la misma: asumir una actitud proteccionista y de dudosa transparencia, tanto en el aspecto ejecutivo como financiero.

Al parecer en Honduras no queremos responsabilizarnos por nuestros actos, sino que la solución es siempre transferir la carga a terceros o esperar a que la solución nos caiga del cielo.
Aquí también interviene la política más perniciosa del Estado: el altruismo. Porque sacrificarán a los que algo tiene por salvar a los que lo han perdido todo a causa de su falta de responsabilidad. Así vamos deteriorando cada vez más nuestro país.

Una acción preventiva nula, tratamiento del problema deficiente, falta de responsabilidad social, perniciosas políticas altruistas y el “olvido” repentino del dilema, nos tendrán rodando por este ciclo pernicioso. No es el Dengue, ni los intensos temporales, somos nosotros quienes propiciamos la crisis. Este es un problema cultural, no estrictamente de cambio climático; por tanto, para resolverlo se requiere educación, mayor voluntad e iniciativa, es decir, lo que siempre falta en nuestra pequeña y variopinta Honduras. Lo tenemos todo, pero no hacemos nada.

Saludos.

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