jueves, junio 11, 2009

Límites


No deja de causarme cierto resquemor el escuchar a personalidades públicas hablar de poner límites a la obtención de riqueza, ante todo en una sociedad muy limitada como la catracha. Esto es propio, a mi entender, de gobiernos totalitarios, ya que sólo una estructura basada en el control absoluto de los individuos sería capaz de semejante “hazaña”. Cuando una democracia pone en práctica tales límites, gasta más recursos y vidas en sostener los mecanismos represivos que en mitigar el mal que se pretende combatir, y si no, fijémonos en el narcotráfico, que es imparable porque existe una gran demanda de este veneno.

Si bien los seres humanos tenemos condiciones que nos limitan, también lo tendrá la bondad y maldad que hagamos. ¿Hace falta poner más límites? Existen gran cantidad de límites que estipulan el Estado de Derecho ¿Eso ha parado la obtención de riqueza mal habida? Para nada.

La vida como la conocemos posee un propósito supremo que parece estar por encima de cualquier cosa: Sobrevivir. Para tal designio genera un arsenal de recursos con los que logra adaptarse al medio en constante cambio. El ser humano, como forma de vida, no se escapa de esta finalidad. Es así como evoluciona, progresa, crece, se desarrolla, rompiendo las limitaciones del entorno, especialmente las propias, porque de lo contrario, muere. Si todo marcha bien, cada generación vivirá más y mejor que la anterior, y eso ha pasado incluso en Honduras.

Tampoco se puede negar que una desproporción o contradicción de principios pueda causar la ruina de la especie, de un pueblo o un país. Esto no se debe a la falta de barreras creo, sino a la carencia de auténticos principios que iluminen nuestro camino personal. Los principios que se dirigen a la verdad, que no se imponen, sino que se aprenden y en la práctica demuestra su eficacia. Buscar tal verdad es una tarea apremiante.

En Honduras el problema radica en que todo lo queremos resolver exclusivamente por medios represivos, ya que propician “buenos” resultados a corto plazo, incluso algunos pueden justificar medios atroces. Es como castigar físicamente a un niño porque no cumple con una conducta pautada. Pero quítenosle al nene el castigo y verá como vuelve a convertirse en trasgresor, porque no se rige por principios, sino por la amenaza. Lo mismo ocurre con los adultos. No adquirimos ni nos quedan claros los principios, por tanto no existe coherencia en el accionar y nuestra capacidad de romper limitaciones se vuelve contra nosotros. Debemos funcionar en base a principios coherentes, para poder romper los límites que nos impone la pobreza y obtener la fortuna que merece cada uno de nosotros. Eso es hacer justicia.

Debemos reconocer que existen muchos principios, algunos serás más efectivos que otros para resolver determinados problemas. Uno de ellos es pensar que ninguna forma ideológica política puede ayudar a resolverlos por sí sola. Desde tal perspectiva se propone la convergencia de todos los principios ideológicos en un solo plan de acción. Pero tal ensalada ecléctica podría resultar indigesta, si tan sólo pensamos en que algunos ingredientes, los principios, son totalmente incompatibles entre ellos mismos, y sin coherencia, no hay razón, ni verdad, eficacia, ni mucho menos progreso.

La vida, como principio, no está hecha para terminar en la muerte, porque la muerte es una barrera que la vida lucha constantemente por romper…

Saludos.

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