lunes, junio 02, 2008

Esos libritos fáciles


El otro día estuve leyendo el Blog QueTelaPiqueUnPollo donde retorna el camarada Tbo al blogueo, todo gracias al auspicio de su jefe, quién otro sino El Pollo. Me llamó la atención una de sus referencias literarias hasta ahora desconocida para mí, se trata de la autora Matilde Asensi, por lo que decidí investigar un poco acerca en su web oficial. Por medio de una entrevista publicada en dicho sitio me enteré que su trabajo es muy solicitado. Asensi arguye que existe un prejuicio que juega en contra de todos los autores populares con “BestSellers”; cuando los libros generan cuantiosas ganancias y numerosos lectores se suele pensar que la calidad literaria de sus obras es baja. Por tanto los intelectuales –o los que se la tiran de ello- ahora menosprecia de ante mano estos libros.

Es probable que surjan prejuicios por la frecuente falta de calidad y que esta venga relacionada con el éxito comercial por diversas razones; lo malo del prejuicio no radica en su formulación, pues el enunciado que lo compone podría aplicarse a muchos escritores, lo pernicioso es impedir que se compruebe la falsedad de todo prejuicio. Asensi dice que el Quijote fue una obra bastante reconocida por su calidad y que a su vez gozó de mucho éxito en su tiempo, cosas que aún conserva. Calidad y cantidad pueden ser compatibles, pero parece existir una predisposición a pensar lo opuesto. Claro, ignoro si la obra de Asensi cumple con la calidad que algunos esperan, pero tomo su caso para opinar al respecto.

El hecho de que una obra literaria sea hoy exitosa comercialmente o alabada por su calidad artística no implica necesariamente que de aquí a tres siglos lo siga siendo. El escritor que publica para hoy podría estar condenado al olvido, por más menciones honoríficas que reciba y elevadas ventas que tenga su libro. También podría suceder lo opuesto u otra cosa; alguien que a duras penas logre hoy vender media página en el futuro podría ser reconocido como un gran escritor y su trabajo comercializado como pan caliente. Claro, él estará en la tumba sin haber gozado del éxito.

El grado de aceptación de un libro depende del criterio que apliquemos para calificarlo. Unos harán énfasis en criterios basados en lo que se quiere trasmitir, otros darán mayor importancia a la forma de expresar ideas, el manejo del lenguaje escrito. Tengo una prueba de fuego casi infalible para apreciar las lecturas que caen en mis manos, arrastra en cierta forma los enfoques mencionados. Me explico:

Siéntese usted en un cómodo sillón o acomódese en el respaldar de su cama, tomé el libro y comience a leer. Así de simple. A medida que pase el tiempo usted va a experimentar dos cosas: interés o desinterés por la lectura. Ambas están condicionadas a su acervo cultural, condición física, expectativas y gustos personales. Autores como Oscar Wilde, Sanit Exupéry, Víctor Hugo, Roa Bastos lograron mantener mi atención por horas; Roberto Castillo, Kafka, J. J. Tolkien e Isaac Asimov han hecho incluso que me levante y camine leyendo. Pero he estado a punto de morir asfixiado bajo libros de Isabel Allende y Gabriel García Márquez. Es el punto flaco de la técnica, implica cierto riesgo.

No me desespero por leer obras reconocidas internacionalmente, galardonadas hasta la gula intelectual aunque me tilden de ignorante. Ni tampoco suelo morirme por adquirir el librito de moda pronto a estrenarse en pantallas de cine. La posteridad juzgará nuestras lecturas y quizá sepa preservar con justicia y sabiduría unas pocas, pues su memoria no alcanzará para todos.

Saludos.

1 comentario:

Tbo dijo...

Apreciado David, concuerdo completamente en lo que comentas, para mi un libro es precisamente eso, lo cojo y se me entretiene o interesa continuo, y si no que le den morcillas, que la vida es muy corta. De la pintura pienso lo mismo. Saludos.