Quién en esa época de impetuosa adolescencia no vivió la experiencia de fumarse un cigarrito, de echarse una que otra cerveza. Montarse, quizá, un “pijin” por mero descuido, llegar a altas horas de la noche a casa cuando el permiso de salida había expirado hace horas; y quién, digo yo, no probó las “miles del amor” en carne viva tan sólo por experimentar esa cosquillosa y húmeda sensación de placer, por la cual, hay que resaltar, muchos creíamos habernos convertido en adultos. Quién, en los haberes cotidianos de la vida familiar, no se sublevó tan siquiera una vez ante los poderes de nuestros progenitores conferidos por la ley y la moral. A pesar de las excepciones del caso, quién de entre estos individuos obedientes de la rectitud social no tubo un amigo que haya podido experimentar los ya mencionados deslices de la vida, vida que apenas comienza a agitar las alas. Se aprende por experiencia propia y por observar a otros.
No es de extrañar tampoco los excesos y abusos cometidos en esta confusa época, y es que la vida comienza a meter tentaciones en la medida que nos vamos sintiendo cada vez mas fuertes y seguros, cuando buscamos la soberanía del cuerpo y, ante todo, de nuestra mente. Pero en ese lapso de tiempo, muchos creíamos poseer el control de nuestra existencia, apelando al gozo mientras despreciábamos lo esencial. A la larga, una luz mostraba nuestras extremidades atadas de unos hilos tan delgados que apenas se podía percibir, nos manipulaba un enigmático titiritero como si fuésemos marionetas que interpretan una comedía trágica. El principio de la madurez consistía, básicamente, en percibir a ese posible Némesis y despojarnos de sus influencia.
No es de extrañar también que, incluso, hasta nuestros mismos maestros alcahuetes, en su afán por resucitar su adolescencia fallida, organizaron con nosotros fiestas donde reinaba el alcohol por debajo de conversaciones a veces pueriles, a veces calenturientas. Pues bien, las noticias donde se pillan a colegiales en reuniones similares a estas, no extrañan ni sorprenden.
Quien sí sorprende es el gobierno regalando dinero a con su política paternalista. Dinero que, supuestamente, debe ser empleado para facilitar la educación. Ahora vemos porque algunos adolescentes, entrenados por sus maestros huelguistas, podría estar protestando furibundamente en las calles exigiendo su bono. ¿A nadie de los adultos responsables de esta política de bonificación gratuita se les pasó por la cabeza que, a veces, el peor enemigo que tiene un adolescentes es, precisamente, él mismo? Ante todo en nuestra decadente sociedad.
Si no se posee el debido control de fondos necesarios para respaldar determinados objetivos, puede que el dinero no alcance o no llegue a cumplir ninguna finalidad establecida. Por tanto, el principal responsable de este derroche de dinero PUBLICO no es otro más que el gobierno, pues financia, para nuestra desgracia, las fiestas de unos pocos.
Saludos.
No es de extrañar tampoco los excesos y abusos cometidos en esta confusa época, y es que la vida comienza a meter tentaciones en la medida que nos vamos sintiendo cada vez mas fuertes y seguros, cuando buscamos la soberanía del cuerpo y, ante todo, de nuestra mente. Pero en ese lapso de tiempo, muchos creíamos poseer el control de nuestra existencia, apelando al gozo mientras despreciábamos lo esencial. A la larga, una luz mostraba nuestras extremidades atadas de unos hilos tan delgados que apenas se podía percibir, nos manipulaba un enigmático titiritero como si fuésemos marionetas que interpretan una comedía trágica. El principio de la madurez consistía, básicamente, en percibir a ese posible Némesis y despojarnos de sus influencia.
No es de extrañar también que, incluso, hasta nuestros mismos maestros alcahuetes, en su afán por resucitar su adolescencia fallida, organizaron con nosotros fiestas donde reinaba el alcohol por debajo de conversaciones a veces pueriles, a veces calenturientas. Pues bien, las noticias donde se pillan a colegiales en reuniones similares a estas, no extrañan ni sorprenden.
Quien sí sorprende es el gobierno regalando dinero a con su política paternalista. Dinero que, supuestamente, debe ser empleado para facilitar la educación. Ahora vemos porque algunos adolescentes, entrenados por sus maestros huelguistas, podría estar protestando furibundamente en las calles exigiendo su bono. ¿A nadie de los adultos responsables de esta política de bonificación gratuita se les pasó por la cabeza que, a veces, el peor enemigo que tiene un adolescentes es, precisamente, él mismo? Ante todo en nuestra decadente sociedad.
Si no se posee el debido control de fondos necesarios para respaldar determinados objetivos, puede que el dinero no alcance o no llegue a cumplir ninguna finalidad establecida. Por tanto, el principal responsable de este derroche de dinero PUBLICO no es otro más que el gobierno, pues financia, para nuestra desgracia, las fiestas de unos pocos.
Saludos.
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