jueves, marzo 30, 2006

…y sigue el mercenarismo

Quizá sea de mayor prioridad escribir acerca de los principales problemas de la sociedad hondureña, para el caso, del alto índice de criminalidad a todo nivel, la cada vez mas grande masa de desempleados, la falta de educación académica y el alto costo de la vida (bueno, este último es un clásico), sin embargo siento la necesidad de regresar a una historia ya contada, la misma que confirma algunas de mis "predicciones". Se trata de tristemente célebre drama entre activistas y políticos de un mismo partido al iniciar un nuevo mandato presidencial. Hoy les toca a liberales lidiar con este dolor de cabeza, así como en su momento le tocó a Maduro cuando inició su gestión pública.

Los activistas liberales, los que sudaron la camiseta por el partido, buscan retribución por los servicios prestado con un puesto en el actual gobierno, URGE que Mel los absorba en el aparato estatal porque, claro, cuesta encontrar un buen trabajo hoy en día. Si estas personas realizan protestas frente al comité central del partido es porque algo no anda bien entre coronados y obreros del poder político, si es que en realidad se pactó algo. Al parecer ya no hay cupos (les pasa como en la UNAH), no me extraña para nada tal situación. Ninguno de estos activistas recapacitó, me pregunto, que en estos tiempos modernos, con aliento globalizado, es necesario reducir el estado para volverlo mas eficiente y estimular la iniciativa privada como gestora del empleo y desarrollo.

La administración Maduro, en mi opinión, fue muy deficiente pero, si hay algo rescatar de todo aquello fueron algunas palabras del ex mandatario pana…(¡) hondureño cuando nos informaba, por las típicas y engorrosas cadenas nacionales de radio y TV, que el estado gastaba la mayor parte de sus recursos (nuestros en realidad) en pagar sus empleados (esos si son suyos) que en prestar servicios a toda el pueblo, y eso, obviamente, no puede ser. Hoy, con todo respeto se los digo señores(as) activistas, lastimosamente tampoco puede ser. Y si lo es, es en definitiva una soberana intransigencia.

Muchos aseguran que la deficiencia de las empresas e instituciones estatales se debe a “la politización” de las mismas. Si no estoy equivocado, entiendo por “politización” de un ente del estado cuando éste es invadido (o infectado) por activistas del partido que no necesariamente cumplen con los requisitos del puesto asignado. Esta razón explica la sobrada ineptitud de estas instituciones sostenidas con nuestro dinero. Con esta modalidad de “selección de personal” puedo aventurarme a realizar las siguientes hipótesis:

Se pudiera contratar en el gobierno:
-Personal eficiente, preparado, coherente al puesto de trabajo.
-Personal eficiente, preparado, pero no apto para el puesto de trabajo que desempeña.
-Personal deficiente, sin preparación para el puesto de trabajo.
-Paracaidista, no importa la preparación porque no se le verá trabajar por ningún lado, ya que sólo llegará a traer el cheque.

En mi opinión esta “técnica de reclutamiento” asegura el despilfarro de dinero público y asegura úlceras en los delicados estómagos de los hondureños. En el caso de la primera, la que parece aceptable, sólo puedo decir que no ofrece muchas garantías. Obviamente hay excepciones, sino ya nos hubiéramos volado el estado y viviéramos en la pura y plena anarquía.

Comprendo la imperiosa necesidad de conseguir trabajo que tienen estos activistas, pero suplirla a costillas del estado y sólo por el hecho de que trabajaron en proselitismo político lo veo poco aceptable, aún más si tenemos que pagar por resultados mediocres. Al parecer los mapaches se colaron otra vez, me refiero a aquellos que gusta en realizar toda suerte de malabares y emplear la labia adulatoria para apantallar a los poderosos y ganar algún rinconcito, evitando así la fatiga de trabajar con la masa activista. A veces da pena verlos marchar y protestar, quizá algunos logren algo, otros gocen de buenos puestos con cuantiosos salarios, pero el resto quedará fuera, defraudados y, lo que es peor, catalogados como tontos útiles, si es que en verdad pactaron algo.


Saludos.

3 comentarios:

Luis Amézaga dijo...

El Estado metido a empresario suele ser el peor negocio para un país.

Y los funcionarios deben ser independientes a los cambios políticos e influencias partidistas. El funcionario debe ganarse el puesto por oposición evaluable y objetiva y no estar al albur de cambios interesados. Es el suyo un servicio público y no un servicio a un "señor". Debe ser de profesionalidad probada y no politizada. El Estado y sus actividades de redistribución y gestión funcionarían incluso en medio de vacíos de poder.

David Morán dijo...

La primera frase de tu comentario debería ser esculpida en letras doradas y exhibirla al público en general en el parque central de Tegus. Las empresas estatales son mas que un dolor de cabeza para los contribuyentes, ya que son fuentes de problemas, corrupción y endeudamiento. Me refiero con esto también a las alcaldías, en especial a la de Tegucigalpa, cuyos principales fondos no fueron utilizados para beneficio de su población.

Pero bueno, este es el resultado de centralizar en una misma elite el poder del gobierno y sus dependencias. Lo que la deja muy cerrada para las mayorías de los ciudadanos. Me pregunto si una institución estatal podría salvarse si deja de estar politizada, no sé.

Gracias por tu comentario y saludos.

wilson dijo...

Me gustó el término paracaidista. Conozco algunos.

Por mi tierra somos más sofisticados pues tenemos paracaidistas con cargo a presupuestos europeos.