jueves, febrero 21, 2008

Laberinto Dorado, un Libro histórico

El Doctor Carlos Elvir Aceituno nos recuerda los primeros días del enclave minero en Honduras, vistiéndose con atuendo de historiador, el cual no le quedó mal, y gracias a su óptica investigativa, narra en su libro, parte documental, parte autobiográfico, detalle a detalle la explotación minera posterior a la época colonial muy arraigada a su pueblo natal San Juancito, cerca de la actual capital.

El libro gira alrededor de tres personajes casi míticos: El ex-presidente Marco Aurelio Soto, quien junto a su primo Ramón Rosa fueron los precursores de la reforma liberal y el norteamericano Washinton S. Valentine, líder de la controversial New York and Honduras Rosario Minig Company, todo esto acontecido a finales del siglo XIX y principios del sigo XX.

Soto, movido por su ambición, desde su puesto presidencial cede cuestionables concesiones a la empresa norteamericana para explotar los recursos mineros cercanos a Tegucigalpa. Como bien indica el autor de Laberinto Dorado, el mismo presidente tenía acciones invertidas en dicha empresa. Debido a ello, la estrategia de Soto fue cambiar la sede de los poderes estatales de Comayagua a Tegucigalpa para poder tener un mejor control del negocio, el negocio más importante en Honduras en aquellos días.

Como reformador Soto posee méritos a su favor en la modernización del aparato estatal pero, al mismo tiempo, fue perseguido por la justicia debido a las irregularidades cometidas para exonerar a la Rosario del pago de impuestos. Sin olvidar la terrible explotación a la que fueron sometidos los trabajadores mineros, todos ellos llevaron la triste faena de extraer aquel preciado botín de las entrañas de la tierra. Por ello, es difícil hacerse un juicio exacto de Soto y compañía, por lo que el doctor Aceituno nos da una respuesta tentativa a las interrogantes que, por lógica, le surgen al lector, las cuales ya estaban previstas en el libro:




¿Cuál es el veredicto de la Historia? ¿Patriota u oportunista?
Por lo que a
mí respecta, Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, los siameses hondureños, dejaron
la máquina del estado muy bien aceitada para que funcionara a la perfección como
un reloj suizo. Si no ha dado la hora es por culpa de los operadores encargados
de darle cuerda. Cambiémoslo por uno electrónico. (Pg. 114)



Es algo común en estos países que los extranjeros sean quienes lleguen a explotar mejor los recursos nacionales trayendo el progreso y el desarrollo consigo, aunque a veces esto implique un sin número de abusos de autoridad y violación a libertades individuales de los ciudadanos. Todo ello no se daría sin la complicidad del Estado, el vientre desde donde nacen toda clase de iniciativas corruptas.


Cualquier política o ideología empecinada en maximizar el poder y control estatal sobre la vida social y económica del pueblo, sólo incrementará más la corrupción y el saqueo que será pagado, como siempre, por los menos privilegiados. Ojo a la política estatal actual.


Saludos.



Retrado de Ramón Rosa y el Doctor Marco Aurelio Soto.

1 comentario:

Luis Amézaga dijo...

Los emprendedores intentan progresar creando progreso. Por lo demás se adaptan a la legislación o costumbres del lugar. Si hay que adoptar la coima como forma de agilizar las cosas, la adoptan, si se tienen que integrar en la explotación, lo hacen, y si tienen que ser pro derechos humanos y cuidar el medio ambiente, también. No cambian el mundo, lo hacen funcionar y progresar partiendo de la realidad que se encuentran.